jueves, 7 de enero de 2010

CERTAMEN DE RELATOS CORTOS 2009

Índice


El demonio perdido Laura Cano Porras
El sueño de la ciencia María Burgueño Romero
El niño arrepentido Raquel Fernández Jiménez
Un día en África Pascal Goulet Bollan
Vanneash, la cantante patinadora Emilia Aguilar García
Un libro mágico Carmen Paredes Córdoba
Un tesoro escondido María Cano Toro
El bosque de los sueños Carmen Ibáñez Liébana
El viaje a Nuevalandia Judith Casado Núñez
Jacob y Piter a la salida del colegio Miguel Ángel Jiménez Astorga
Laura, secuestrada Alba Rey Jiménez
El secuestro de la princesa Rocío Montero Muriel
El niño atrapasombras José Alberto Espinar Luque
La aventura de Lucía Natalia Jiménez García
Las cinco estaciones Celia Pascual Pacheco
El balón mágico Daniel Medina Córdoba
Las maravillosas vacaciones José Francisco Lara Ruiz
El ogro bondadoso Julián Astorga Gómez

El demonio perdido


Nbé Tikorasemush “Tiko” para sus compañeros abrió los ojos y parpadeó ante la fuerte luz blanca. Un bulto peludo y redondo se encontraba muy cerca de su picuda nariz. Con un nuevo parpadeo consiguió fijar la vista y, entonces, chilló de forma histérica, echándose para atrás hasta topar con un obstáculo a su espalda. El bulto desconocido también tuvo una reacción muy parecida.
Tiko miró a su alrededor, estaba rodeado de grandes paredes de extrañas piedrecitas rojas y estaba tirado sobre una superficie plana y rugosa. Miró de nuevo hacia la criatura que le había asustado y la contempló más detenidamente.
Tenía una cabeza muy grande, sobre un cuerpo menudo y delgado. Dos ojos muy redondos y oscuros, y le miraba a su vez desde un extraño corcel compuesto de hierros y dos grandes círculos por patas.
La criatura extraña emitió un curioso sonido que Tiko, tras un momento de reflexión, descubrió como un lenguaje. No entendió nada, pero como demonio que era, podía recurrir a la memoria colectiva del infierno. Se concentró unos segundos y, de pronto, los sonidos que emitía la criatura pasaron a ser comprensibles.
- ¿Qué eres? - preguntó Tiko.
- Un niño - respondió la criatura. -- ¿Y tú, qué eres? - preguntó a su vez el niño.
- Un demonio, por supuesto - respondió Tiko, con orgullo.
El niño se quedó sorprendido y a la vez asustado por la respuesta.
-¿Y qué haces aquí en el callejón? -la voz del niño sonaba con temor.
-No lo sé. ¿Dónde es aquí? ¿Qué es un callejón?
-Vaya, ¿no sabes? Creía que los demonios lo sabían todo.
-Bueno, aún soy muy joven y no tengo acceso a los Ventanales. Solo tengo... -- Tiko hizo un rápido cálculo mental para trasladar su edad - infernal a tiempo terrestre --... unos doscientos noventa años.
-¡Caramba! ¿Todo eso? - exclamó el niño, observando al pequeño demonio.
No era más alto que un niño de seis o siete años, sin rastro de pelo en todo el cuerpo o cabeza. Sus ojos eran muy estrechos, como los de un asiático, con una pupila muy oscura que abarcaba todo el ojo, sin dejar rastro de blanca. La nariz era muy pequeña y ganchuda y la boca un simple tajo horizontal apenas sin expresión. Su cuerpo estaba tan delgado que parecía un esqueleto con piel, y sus articulaciones formaban grandes nudos huesudos. La piel era de un color morado muy intenso, índigo, y una delgada cola acabada en pico de trébol se movía sin cesar, inquieta y traviesa.
- Me llamo José, ¿y tú?
- Nbé Tikorasemush, pero todos me llaman Tiko.
-¿Te han echado del infierno?
-¡Nooo! ¿Cómo me iban a echar?
- ¿Entonces?
-No sé como he llegado entre los humanos. Solo recuerdo que me dirigía a un banquete del Noveno Lago de las Penas y luego nada más. Me has despertado. No sé como volver y no me puedo quedar aquí.
-Venga, vámonos. Te puede ver alguien. Vayamos al viejo patio.
Tiko siguió al niño por la callejuela y acabó preguntando:
-José, ¿cómo se llama tu corcel?
- Bicicleta.
Tiko y José se sentaban bajo la sombra de una gran higuera que crecía en el centro de un gran patio destartalado y lleno de escombros.
Pertenecía a la iglesia en ruinas en cuya trasera se alzaba el gran edificio que era el hogar de José, el hospicio de Santa Rita. Niño y demonio charlaban cada vez más animadamente, ambos ya mucho más confiados.
- Me ocupo de asuntos menores, de poca importancia. Aún tengo que pasar las pruebas de iniciación. Mis hermanos mayores se encargan de conducir condenados a los lagos de fuego. Siempre me están gastando bromas, puede que esto que me está pasando sea una de ellas.
-Vaya faena.
- Bueno, es algo habitual en el infierno. Así nos divertimos.
-¿Quieres la mitad de una chocolatina? -le preguntó José, sacando una barrita del bolsillo.
- No he probado nunca una.
Pero en cuanto Tiko se llevó el chocolate a la boca, lo escupió asqueado.
José se rió, divertido.
- Me parece que la comida humana no está hecha para nosotros. Ah, esto sí me gusta - dijo escarbando entre las raíces de la higuera y sacando una gruesa lombriz de tierra que tragó con placer.
- ¡Puaajj! ¡Que asqueroso! - se quejó José.
-¿Qué puedo hacer para volver? - se lamentó Tiko.
José se quedó callado mientras masticaba. Una pequeña idea crecía en su mente. Recordaba una película que habían visto hacía pocas semanas en el gran comedor del orfanato, una en que el padre Roberto puso mucho cuidado en explicarles que todo era mentira. La película en cuestión era El Exorcista y, en ella, se relataba la posesión de una niña y como un sacerdote expulsaba el demonio que tenía dentro.
José era conciente de que no podía pedir ayuda a ningún adulto, ya que no entenderían la presencia de Tiko y le podrían hacer daño. Pero no podía ser tan difícil echarle un poco de agua bendita del pilón y leer algo en latín del grueso libro del padre Roberto. De hecho, José era el monaguillo de la mayoría de las misas de domingo, y sabía donde se guardaban todos los objetos de la misa.
-Tengo una idea, pero tendremos que esperar a la noche - dijo José, palmeándole la espalda.

Tiko y José entraron por la sacristía, pisando con cuidado. Solo las luces de las velas encendidas en honor a la Virgen de la Cabeza iluminaban la pequeña capilla.
-No hagas ruido - previno José.
- Es que me queman las pezuñas - susurró Tiko, saltando de un pie a otro.
- Súbete a un banco, tonto.
Mientras Tiko se abanicaba las plantas de sus pezuñas con rápidos movimientos de su cola, José llegó hasta la pila del agua bendita y sacó de entre su pantalón el hisopo robado en el armarito de la sacristía, y lo sumergió, llenándolo.
Regresó al lado del demonio y cogió el misal del padre Roberto que había dejado sobre el banco.
-¿Estás preparado? - preguntó a su nuevo amigo.
-¿Dolerá?
- Puede que sí, por lo menos en la película la niña gritaba.
-¿Qué es una película?
-Déjalo, no tenemos tiempo. El padre Roberto pronto vendrá a cerrar las puertas.
-Bueno, es igual. No me importa sufrir si puedo regresar a casa.
Echo de menos a mis hermanos y mi cueva. Y sobre todo el olor a azufre. Aquí huele fatal.
José abrió el misal y lo que pudo leer le sonaba a chino. ¿Serviría cualquier pasaje para enviar a Tiko al infierno? No lo sabía, solo era un tiro a ciegas. Inspiró fuertemente, calmándose y armándose de valor, con la mente llena de extrañas visiones sacadas de la película, y agitó el hisopo ante la cara del demonio. A mismo tiempo, trató de leer un párrafo en latín, aunque se atrancaba con tanta palabra rara.
De pronto escuchó a Tiko gritar y un trueno resonó fuertemente, en el exterior. José respingó con el sobresalto y levantó los ojos. Donde antes se sentaba Tiko, solo quedaba una nubecita de humo que se elevaba lentamente. Tiko había desaparecido.
José miró a su alrededor mientras escuchaba los rápidos pasos del padre Roberto que se acercaba a la capilla, alertado por el grito y el trueno. Se preguntó si Tiko había regresado bien al infierno, o, por el contrario, lo había enviado a otro sitio aún peor.
Una sonrisa se formó en sus labios cuando vio como en la pared más alejada unas letras se formaban lentamente, como escritas por una mano temblorosa.
"Gracias, José".

Laura Cano Porras
El sueno de la ciencia


“Érase… las ciencias, una asignatura admirada por miles de niños, niñas, adultos y sobre todo por esos “mister profesores”. Yo en cambio las odio, bueno las odiaba, hasta aquel día, hace dos semanas. Yo prefiero las matemáticas, aunque tampoco me gustan mucho, literatura, esa sí que me gusta. Ahora os quiero contar lo que me pasó.

El profesor, el señor Agustín, propuso ir al laboratorio, para hacer experimentos científicos, según el tema tres del libro de clase. Me angustié un poco, cuando Lina me tranquilizó:
- Oye Alberto no te angusties, todos sabemos que las ciencias no se te dan nada bien, pero es una asignatura como otra cualquiera que debemos aprender.
- No es cierto, -le grité- no me comprendes, tú no eres mi amiga. Desde entonces Lina no me dirigió la palabra, creo que la hice llorar.

Más tarde, en el laboratorio, me tocó de pareja con ella y aproveché para hacer las paces.

-Lo siento Lina, no era mi intención, me agobié mucho y me enfadé, lo que te dije no lo decía de corazón. ¿Aceptas mis disculpas?
- Claro que sí Alberto, eres mi mejor amigo, ¿qué haría-yo sin ti?
- Jeje...- me contestó.
Por lo menos ya estaba algo tranquilo.
Después de una larga media hora de probetas, pipetas y matraces, el señor Agustín, nos mandó a Lina y a mí que recogiéramos el microscopio y aquellos cachivaches. Mientras Lina ponía los extraños objetos en la estantería, yo recogía los frascos con aquel mejunje con olor a chicle y de color verdoso. En ese momento “clash”, un frasco se me cayó al suelo, un polvillo que poco a poco fue cogiendo forma de elfo salió de él. Cuando ya estaba formado me habló, sin que Lina, al estar al fondo del laboratorio, se diera cuenta:
-Escucha, escucha, soy el duendecillo Amarillo, el amigo de la ciencia, y no me gusta tu forma de pensar. Quiero que me hagas una promesa, sé que pronto tendrás un examen de ciencias, y consiste en eso la promesa, si apruebas el examen, cosa que veo extraña según los de años anteriores, una chispa penetrará en tu cuerpo, es natural ¿eh?, solo que creada por mí, que hará, que, bueno, tengas cierta gana de estudiar ciencias, de lo contrario, es decir, si el resultado del examen es pésimo, olvídate de todo lo que te he dicho. Quizás vuelva por aquí.- y desapareció.

Y tenía razón, a los dos días nos pusieron el examen de ciencias, antes de leerlo y comenzar a hacerlo, recordé las palabras del elfo, y la especie de promesa que le hice, y, bueno con la esperanza de aprobar, comencé el examen. Al terminarlo solté un suspiro y Lina me dijo:
-Tranquilo Alberto, creo que esta vez vas a aprobar.
-Gracias.- le contesté.

A las dos horas, el profesor entró en clase con una gran sonrisa y con unos ojos que sin duda me miraban a mí. Se sentó en su sillón y comenzó:
-Antes de deciros la nota a todos, que por cierto está muy bien, se la voy a decir a alguien, ese alguien que esta vez me ha impresionado, Alberto, tú, en los años atrás, has suspendido, pero hoy tengo que comunicarte que, has aprobado con, ¡un diez! ¡Enhorabuena!

Me quedé en blanco, y vi una luz que entró en mi cuerpo, con forma de chispa y reaccioné. Mis amigos me dieron la enhorabuena y me felicitaron..."

-Vamos, Alberto despierta, ya es hora de ir al colegio.
-Mamá, ¿estoy soñando?
-¡Pues claro que sí! Pero, ya tendrás tiempo de soñar luego; venga que como no te des prisa vas a llegar tarde a clase.
-¡Ooh! Todo ha sido un sueño, ya decía yo que era muy raro ese elfo, y ¿desde cuándo no me gustan las ciencias? Es extraño, un poco extraño, ya veo que en los sueños, aunque sea un minúsculo detalle, cambia. En los sueños hay un mundo imaginario para cada persona, esta noche el mío ha sido de ciencias.

Pero...
La gran sorpresa, se produjo cuando entré en clase y comprobé que ¡la realidad superó al sueño!
El profesor entregó los exámenes para que los firmaran los padres y en el mío "¿qué creéis que apareció?", un radiante y perfecto diez.
Sueño y realidad se unieron haciendo que mi interés por el conocimiento despertara, sin que estuviera sometido a asignaturas de uno u otro signo.
María Burgueño Romero
El niño arrepentido


Era un niño que se llamaba Rubén y era muy malo y travieso con los demás. Le quitaba los juguetes a los niños pequeños, los helados, las piruletas… le escondía las cosas a sus compañeros, los insultaba, les hacía llorar y muchas cosas más.

En la escuela no llevaba la tarea que le habían mandado para hacer en casa, le contestaba a los maestros y a las maestras, siempre estaba distraído, no prestaba atención en clase, etc. Nadie le quería y no tenía ni amigos.

Su madre, siempre le decía que se comportara bien en casa, tanto en el colegio o en cualquier otro sitio. Pero él no le hacía caso. Ella siempre le estaba regañando y castigando pero no servía de nada porque él siempre lo seguía haciendo.

Llegó el día que todas las personas que él había tratado mal se reunieron y dijo uno:

-Vamos a tratarle también mal, como él nos ha tratado – planteó Ruperto.

- Muy buena idea- contestaron los demás.

Entonces, se pusieron todos en marcha y le devolvieron todas las bromas a Rubén. A Rubén le sentaron muy mal y se enfadó. En ese momento se dio cuenta de todo el daño que él les había hecho. Estaba tan arrepentido que se puso a llorar.

Al día siguiente, Rubén se disculpó de todos y se pusieron todos muy contentos. A partir de aquel día Rubén tiene muchos amigos y amigas.

¡Qué momento tan feliz!

Raquel Fernández Jiménez


Un día en África

Me levanto a las seis y hago mi cama dentro. Siguiente voy a mi armario para vestirme. Mi armario es una caja rectangular hecho de metal de color azul; está separado en cuatro partes por madera.
A continuación voy a comprar pan. Mi hermano está comenzando a preparar la mesa (un cuadro de plástica, el tamaño de una mesa). Es algunos metros a la panadería, pero me divierto mucho. Cuando llego a la panadería está llena de personas llamando Jalo (el panadero) y casi no puedo entrar. Cuando finalmente tengo mi pan que es tan oloroso que casi no puedo resistir comerlo.
Cuando llego a casa, todo está preparado para comer. Todo lo que tenemos que hacer es sentarnos y comer.
Cuando terminamos de comer vamos al colegio, que está a medio kilómetro. Donde nosotros estudiamos es un pequeño cuartito, en un lado de la oficina donde trabaja mi padre. Nuestra seño es mi madre.
Al llegar comenzamos inmediatamente nuestros estudios. Algún tiempo voy a la oficina de mi padre para darle un besito. Después de tres horas de trabajar salimos a comer la usual pesca y arroz. Después terminamos el cole y salimos a las cinco.
Por la ruta a casa pasamos por una plaza. En África, las plazas sólo son partes donde hay casas; seguimos por nuestra ruta y pasamos por dos vertederos, uno a 10 metros de nuestra casa y el otro exactamente enfrente de nuestra casa.
Después hemos dado comida a la tortuga y hemos jugado con nuestros amigos africanos hasta las siete cuando oscurece porque hay un dicho que dice: “cuando los pollos duermen, los niños van”. Al llegar a casa entro para bañarme. Nuestra bañera es un cuartito sin techo hecho de cemento.
Cada noche entramos con un balde, una taza de plástico de un litro, champú y jabón. Tras el aseo cenamos banafa que es patatas y carne en una sopa.
Al finalizar saco mi cama fuera y pongo la red contra mosquitos mojada algunos días antes en anti-insecto.
Por fin puedo dormir debajo de un cielo estrellado.

Pascal Goulet Bollen
Vanneash, la cantante patinadora

Érase una vez una cantante llamada Vanneash que además de estrella del pop era una gran patinadora. Vivía en un chalet bastante grande, con una piscina y dos bellas fuentes situado por el centro de Nueva Cork.
Todos lo veranos Vanesa se va de gira por alguno de los países de América. Este verano va a ir a Europa. Está muy emocionada porque nunca ha estado en Europa, pero siempre ha querido visitarla. Para alternar sus dos hobbies ha decidido patinar todo lo que pueda en su tiempo libre.
Dos semanas antes de su viaje, va a las tiendas de deporte para averiguar sus patines ideales. Pero en ninguna los encuentra. Decide preguntarles a sus mejores amigas: Rocío, Emi, María, Yin Gen Chen, Alba, Judit, Natalia y Raquel, pero todas le dicen que no los tienen o que están rotos. Vanneash no sabe qué hacer. Entonces se le ocurre llamar a uno de sus amigos de América del Sur que trabajaba en un gran almacén de deportes. Pero su amigo cambió de número y no pudo comunicarse con él.
Pidió a su agente, Zac Efron, que por favor le buscara unos patines para ella del número treinta y ocho. Pero su agente tampoco le pudo encontrar nada.
Fue de tienda en tienda dos horas seguidas, pero seguía igual. Rendida se echó en su cama a dormir.
Al día siguiente iba por la calle muy pensativa y cabizbaja, cuando una ancianita (que cuando era joven era patinadora) le preguntó qué le pasaba y ella contestó:
-Pues verá, es que yo soy Vanneash, la famosa estrella del pop, y cuando vaya a Europa me gustaría patinar, pero tengo un problema,…¡no tengo patines!
La ancianita le dijo que no se preocupase, que ella tenía unos patines de cuando era joven y que aunque eran un poco viejos hacían el apaño.
Vanneash aceptó su oferta y le dijo que muchísimas gracias.
Al día siguiente Vanneash fue al aeropuerto a coger su vuelo hacia Europa y aterrizó en Madrid (España) para comenzar su gira. Fue a muchos sitios de Europa en los que lo pasó muy bien cantando y patinando. En agosto volvió a España, pero esta vez no fue a una ciudad, sino a un pueblecito muy bonito de Málaga llamado Archidona en el que lo gustó todo, especialmente la Plaza Ochavada y la Virgen de Gracia y comió en un lugar llamado “El Rincón de Pepe” del que le encantó su comida porque es muy, muy buena.
El verano pasó volando para Vanneash y junto a su agente Zac Efron, volvió a América. Lo primero que hizo fue llamar a su familia para decirle que ya había llegado y que tenía muchas ganas de verles. También llamó a sus amigas para decirles lo bien que lo pasó.
Con el dinero que recaudó decidió regalar patines a los niños pobres y hacer una pista de patinaje con el nombre de la generosa anciana que le dio sus patines.


Emilia Aguilar García
El libro mágico


Un día dos hermanos de ocho años Lucía y Víctor estaban ordenando el desván de su casa, porque su madre se lo había mandado. De pronto Lucía vio un libro viejo, lleno de polvo y le dijo a su hermano:

- ¿De qué será este libro?

- No sé, ¿Tú lo sabes?

- Si lo supiera no te hubiera preguntado. ¿Se lo preguntamos a mamá?

- No, lo leeremos nosotros y descubriremos de que se trata.

- Sí, buena idea.

Los dos intrigados se pusieron a leer el libro muy detenidamente.

El libro se titulaba “EL LIBRO MÁGICO” Y en las primeras frases de la primera página ponía: "Este libro contiene muchísimos trucos de magia y si dices las palabras mágicas de cada truco se harán realidad". Los dos leyeron el primer truco que era para convertirse en alfombras mágicas, les pareció una buena idea, dijeron las palabras mágicas: ''Alfombra mágica, ¡Cataplum, plom!".

Los dos se convirtieron en alfombras voladoras y salieron por la ventana volando, contentos volaron por el cielo durante toda la mañana. Cuando escucharon las campanadas de las dos, se pusieron muy nerviosos, porque se tenían que convertir de nuevo en niños para ir a almorzar. Después de media hora, a Víctor se le ocurrió una idea:

-Lucía si dijéramos las palabras al revés a lo mejor funciona.
-Bueno vamos a intentarlo.

-Arbmofla acigam, mulpatacac, molp-dijeron.
Al parecer la idea no funcionó pero a Lucía se le ocurrió otra:
-Víctor y, ¿por qué no decimos del final al principio las palabras?
-¡Vale! ¡Pero espero que esta vez funcione!
-Plom, cataplum, mágica alfombra –dijeron a ver si funcionaba.

Y así fue, las alfombras voladoras se convirtieron de nuevo en niños y se fueron a almorzar.

Por la tarde, la madre subió al desván y cuando lo vio sin ordenar les preguntó a los niños:

- ¿Por qué no habéis ordenado el desván?

-Es que no hemos podido mamá-les contestaron.

-Y, ¿por qué no habéis podido?-siguió preguntando su madre.

-Porque hemos estado jugando con unos juguetes viejos que hemos encontrado en estas cajas, y así hemos pasado el tiempo hasta ahora.

- ¡Pues ya podéis ir ordenándolo, si no queréis que os castigue!

- ¡Vale mamá! ¡Lo sentimos mucho!

Se les pasó toda la tarde ordenando el desván y por la noche antes de irse a dormir le preguntó Víctor a Lucía:

- ¿Quieres que mañana por la mañana, antes de que nos vea mamá, ir nosotros a vivir más aventuras?

-¡Vale Víctor! ¿Y a que hora?

-A las nueve y media.

-¡Tendremos que poner el despertador!-dijo a Lucía.

-Si tienes razón-afirmó Víctor.

A la mañana siguiente, nada más sonar el despertador, los niños fueron a toda prisa al desván, cogieron el libro mágico y pronunciaron las palabras mágicas del cuarto truco: "Ratonín, ratoná, plic, ploc". Los dos se convirtieron en ratones y se fueron corriendo escaleras abajo, salieron al jardín para vivir más aventuras, pero sí, esta vez vivieron aventuras, no divertidas, sino terroríficas. Nada mas salir al jardín un gato hambriento los vio, salió corriendo tras los ratones, los atrapó y se los comió de un solo bocado. Los ratones metidos dentro de la barriga del gato no sabían como salir. Porque su madre estaría preocupada, pero cuando pasó un rato a Lucía e le ocurrió una idea:

-Víctor, le haremos cosquillas en la barriga a ver si nos devuelve.

-¡Vale! ¡A la de una, a la de dos, a la de tres!

Los ratones salieron volando y estaban muy sucios. Dijeron las palabras mágicas del final al principio; plum, los niños se convirtieron de nuevo en niños.

Cuando se despertó la madre y fue a despertar a los niños y no estaban en sus camas, fue rápidamente a buscarlos; los buscó en el desván, en el salón, en la cocina, en el cuarto de aseo... Después de buscarlos en todas las habitaciones y no encontrarlos, no sabía donde estarían, pero al pasar un rato dijo:

-¡En el jardín!

Fue corriendo al jardín abrió la puerta y:

-¡Pero niños! ¿Qué hacéis tirados en el jardín? ¡Y encima, mira como os habéis puesto de sucios!

-Mamá lo sentimos mucho, y te pedimos perdón por haber cogido el libro mágico sin permiso.

-Niños no pasa nada, pero tened cuidado. Pero si queréis seguir jugando tenéis que ducharse.

- ¡Vale mamá, Nos ducharemos!

Cuando se ducharon, fueron en busca de más aventuras y esta vez eligieron un truco para convertirse en coches, pero en coches sin necesidad de tener que conducirlos para que se muevan:

-Cochecit, chitc, un, dos, tres, rin, rin-dijeron.

Dijeron las palabras mágicas y los niños se convirtieron en coches. Los dos salieron por la puerta del jardín y se introdujeron en la calle, fueron a muchos lugares diferentes como a Málaga, a Granada... Pero lo que pasó esta vez es que un policía vio a los coches moverse sin que nadie los condujese, entonces el policía dijo:
-¡Pero los coches se mueven solos! ¡No puede ser! ¡Parad!

Los coches se detuvieron y le dijeron al policía que les perdonase:
¡Policía! Perdón. Es que hemos dicho las palabras mágicas de un truco.

-Bueno, os perdono, pero convertirse ya en niños, ¡y de esto se tiene que enterar vuestra madre! Decirme el número de teléfono.

-El teléfono es 685437142.

El policía llamó a la madre para contárselo:

- Mire señora, tus niños se han convertido en niños en coches y usted puede saber que eso es muy peligroso para ellos, ya que no han conducido nunca ni se saben las reglas de circulación.

La madre enfadada pensó castigarles duramente unos días, para que aprendieran la lección.

- ¡Niños, que sepáis que estáis castigados una semana, porque ya sois grandecitos para saber que es muy peligroso para vosotros convertiros en coches!

-¡Vale, mamá!

Los dos decidieron no coger el libro mágico nunca más, aunque siguieron viviendo aventuras de todo tipo: leyendo cuentos y más cuentos; luego libros de historia, geografía, ciencias naturales, literatura. Leían y leían y seguían leyendo, pero mientras que leían, pensaron escribir y empezar a contar sus propias historias, que a su vez leerían otros chicos y chicas que experimentarían sensaciones parecidas a las que ellos habían tenido en aquel antiguo y mágico desván.
Carmen Paredes Córdoba
Un tesoro escondido

Esta es la historia de un grupo de amigos, muy amigos, que pasaban largas horas juntos todos los fines de semana, y pertenecían a la misma clase: 5º B. eran creativos, ingeniosos… y no se contentaban con jugar a los juegos comunes que nos gustan a los niños de nuestra edad… Siempre decían:

-¿A qué jugamos hoy? ¿A alguien se le ocurre una idea nueva? ¿Quién trae pensado algo?

Un día, al salir de clase, María invitó a sus amigos a pasar el fin de semana en su casa de campo. A todos les hizo mucha ilusión.
Cuando llegaron a sus casas estaban deseando que llegaran los siguientes días para irse al campo de su amiga María.

En la tarde del viernes, hicieron sus deberes, estuvieron preparando la maleta para el día siguiente… Aquella noche a más de uno le costó conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, la madre de María fue a recogerlos y todos se montaron en el coche.

Surgió la gran pregunta:
- ¿Qué haremos?

- ¡Ay, ya se me ha ocurrido una cosa!- dijo Pablo.

- ¡Cuenta, cuenta! –…dijo María

- ¡Ya os contaré cuando terminemos de comer!

Cuando acabaron de comer, se fueron a la piscina y allí Pablo les contó su idea.

Su idea era que tenían que esconder un tesoro con las cosas más valiosas que cada uno tuviera y quien lo encontrara podría hacer lo que quisiera.
El primero en esconder el tesoro fue Sergio y lo encontró Paula

Estuvieron jugando un rato y María dijo:
- ¡Estamos muy cansados! ¿Por qué no merendamos y luego seguimos jugando?

Cuando acabaron de merendar siguieron jugando, se encontraron la tierra movida y cavaron hasta encontrar un túnel. Siguieron por un pasillo y encontraron una puerta en la que aparecía un mapa.

¡Un mapa del tesoro en una puerta!

Abrieron la puerta y había unas escaleras. Todos bajaron menos Paula (que era la más pequeña), pero al final la convencieron.

Justo a la bajada de las escaleras, había algo brillante y se encontraron un cofre con una llave de oro que brillaba un montón. Cuando abrieron el cofre hallaron muchos juguetes: muñecas, balones, coches, disfraces,…

¡No podían creer lo que veían sus ojos!
Cuando llegaron arriba, les costó un poco porque llevaban el cofre a sus espaldas, repartieron el tesoro y cada uno se llevó una cosa. Lo que ellos no sabían era que los juguetes eran de los padres de Pablo y María cuando eran pequeños.

- El fin de semana quedaremos en mi campo –dijo Rocío.

¡No podrían olvidar ese fin de semana en sus vidas!

María Cano Toro
El bosque de los sueños

Un día, tras volver del Colegio, Elisabeth decidió ir a dar un paseo, tras terminar los deberes.
Una vez acabados las tareas, ella salió corriendo a la calle, a tan esperado paseo.
Ya paseando decidió pasarse por casa de su amiga Ana, para ir a dar una vuelta con ella, y conversando las dos dijeron:

- ¿Qué tal estás? -dijo Eli.

- ¿Te vienes a dar un paseo? -preguntó Eli.

- ¡Claro que sí! - Dijo Ana, contenta.
- ¿Adónde iremos?
- Preguntó Ana intrigada.

- No lo sé, ya veremos - Aclaró Eli.

Las niñas eran dos chicas de doce años, las cuales vivían en un pueblecito, muy lindo y bastante acogedor, llamado Archidona esto por si no os suena se encuentra, en la provincia de Málaga.
Estas dos niñas, siempre habían sido amigas, eran vecinas y nunca se separaban.
Después de un buen rato de paseo, decidieron dirigirse hacía el bosque, que está a las afueras del pueblo.
Una vez allí, quisieron admirar, el paisaje, pero les interesaba más el misterio que según el pueblo, se halla en este tenebroso
y sombrío paraje.
Sobre este lugar se contaban innumerables, historias.
Reales o no, sobrecogían al escucharlas, ¡uff!- Te ponen los pelos de punta.

Caminando, las dos amigas se empezaron a encontrar cansadas, Casi sin darse cuenta, se quedaron dormidas, sin venir a qué.
Sumergidas en el sueño, las dos niñas se encontraron en un mundo que desconocían, pero sus características eran casi imposibles de describir.
Es precioso, tiene una belleza muy difícil de expresar, al estar aquí notaban una paz y una armonía la cual te hacia sentir una gran seguridad y confianza.
Las chicas, mirando sus relojes, para no llegar tarde a casa, observaron que el tiempo, no pasaba puesto que el reloj marcaba la misma hora, que cuando comenzaron a adentrarse en el bosque.
Esto solo podía significar una cosa que mientras estaban en ese sueño o mundo, no pasaba el tiempo.
Lo que las niñas no sabían por qué se habían quedado dormidas, Mientras caminaban tranquilamente, que ese bosque no era normal yeso quería decir que los comentarios del pueblo, no eran falsos.

Como iba diciendo, las niñas estaban contentas por lo de su sueño, no todos los días la gente se duerme en mitad del bosque, mientras pasea y menos aún, que el sueño en el que se encuentra sea tan realista, pero también, se sentían extrañadas por este suceso.
Mientras visitaban el sueño, conversaban sobre lo que les había pasado,

-¡Qué guay Ana!-Dijo Eli.
-Si, claro, esto es fascinante. -Declaró Ana.
-¡Nadie nos va a creer!-Dijo Ana.
-¿Pero que dices Ana?-Dijo Eli.
-¡No podemos decírselo a nadie!-Aclaró Eli.
- ¡Vale!- Dijo Ana decepcionada.

Las niñas querían quedarse en ese mundo, pero no podían hacerlo porque querían a sus padres, amigos y amigas y además, que querían, que sus descendientes pudieran saber los pros y los contras, de la vida real.
Pero quién sabe, a lo mejor ese mundo era real, eso nunca lo sabremos.
Los niños se marearon y en un pis-pas, ellas, ya volvían a estar en Archidona de nuevo.
Las niñas, se sintieron mal por no haber podido ver más de ese lugar, pero también se sintieron bien, por ver de nuevo, a sus amigos y familiares.
Hay una cosa que tampoco sabremos.
¿Por qué despertaron?

Las amigas, cuando ya eran mayores, tuvieron hijos e hijas, a ellos les contaron sus anécdotas y los hijos hicieron lo mismo que sus madres y así durante mucho tiempo, de Padres y Madres a hijos.

Y entre usted y yo, esta historia no es tan disparatada, si lo pensamos bien.
Carmen Ibáñez Liébana
El viaje a Nuevalanda

Un día, unos niños de 10 años, quedaron en el parque; ellos se llamaban: Raquel, Rocío, Emi, Natalia, Alberto, Quique y Borja.
Quedaron a las 5 de la tarde pero de repente, antes de llegar al parque, un anciano les dijo a ellos que buscaran un tesoro. Les dio una pala y un mapa. Ellos seguían su camino, pero de repente, Emi se dio cuenta de una cosa:

- Chicos, ¿os habéis dado cuenta de que el mapa señala el mismo punto en el que estamos?

Ellos miraron el mapa; exactamente estaban debajo del punto que señalaba el mapa. Cuando empezaron a excavar se dieron cuenta de que había un hueco en la tierra.

¡Era un túnel! Todos se metieron, menos Quique, que era un miedica. Todos le dijeron que se metiera, pero él no quería.

De repente, todos se dieron cuenta de que estaban en otra ciudad de otro país. Rocío miró en el tablón de anuncios, y se dio cuenta de que esa ciudad se llamaba “Nuevalanda”.

Empezaron a mirar la ciudad y estaba llena de atracciones, se dieron cuenta de que nada más había niños en esa ciudad.

Los demás se dieron cuenta que allí había una foto de ese anciano que les había dado el mapa y la pala. Los niños que había allí les dijeron que a ellos también se lo había dado ese hombre. Ellos empezaron a pegar gritos, pero como era de noche, Quique no estaba en la plaza. Ese anciano sí estaba en la plaza. Ellos empezaron a pegar gritos, y ese anciano los escuchó.
Sin que ellos se dieran cuenta, él quitó la piedra y entró. Él les dijo que tenían que hacer una misión. Esa misión era hacer una buena acción, porque en esa ciudad también había niños pobres.

Ellos tenían que ayudarles dándoles cobijo y comida para sobrevivir. Pasados dos días ellos consiguieron su misión.

El hombre dijo:

- Esto lo he hecho, para que aprendáis que todas las personas sois iguales, que hay que ayudar

Desde ese día, todos han entrado cuando han querido, y nunca, se han vuelto a aburrir

Judith Casado Núñez
Jacob y Piter a la salida del colegio


Jacob y Piter se encontraban en la casa de Jacob cuando llega el hermano de Jacob llamado Daniel con una película y dice:

- He comprado la película: “A la salida del colegio”.

Cuando Jacob escuchó eso se asustó mucho. Los otros dos hermanos de Jacob llamados Sara y Borja escucharon eso y se pusieron muy contentos y planearon que el viernes a las 10 de la noche vieran la película.

Al día siguiente Jacob y Piter fueron al colegio juntos y se pusieron a hablar.

- ¿Vamos a ver la película “A la salida del colegio”?.

- ¿Dará susto?

- No lo sé.

Al instante pasaron por allí 3 niños que escucharon toda la conversación y dijeron:

- Esa película da mucho susto. Nadie ha llegado al final

Cuando llegó el de la limpieza con una mesa llena de comida, se puso a comer.


Leo, que es el de la limpieza, llamó a su madre y le dijo que no iba a poder volver esta noche y la madre le dijo:

- Cómo no vuelvas a casa, iré yo a por ti.

- Hoy no puedo ir. Adiós.

- Adiós.

Y Leo colgó el teléfono.

A la media hora se escuchó un ruido y se asustaron. No sabían quién había gritado.

Cuando vieron a la madre de Leo, dijo Leo:

- Ahora mismo para la casa.

- Vale.

Cuando Jacob y Piter estaban viendo la película, los que se asustaron fueron los hermanos, no ellos. Cuando tocó la sirena cada niño se fue para su clase.

A Jacob y Piter les tocaba arte y tenía que dibujar Piter a Jacob con témperas. Cuando Piter cogió el cubo con pintura morada y se le cayó al suelo. Jacob y Piter se mancharon todo el cuerpo de pintura.

La enfermera gritó: “código rojo” y cerró todas las puertas y ventanas y salieron todos del colegio menos los profesores, el de la limpieza, Jacob, Piter y la enfermera.

Jacob y Piter dijeron:

- Esto es pintura.

- Es gripe.

Y durante una hora se quedaron diciendo lo mismo.

El profesor Javier se encerró en su clase porque no había nada de comer y tenía hambre.

Miguel Ángel Muñoz Astorga
Luisa, secuestrada


Érase una vez una niña llamada Luisa de 5 años, que quería ir al parque, entonces su papá le dijo que no podía llevarla. Luisa no le hizo caso y se fue sola, entonces se encontró con unos hombres muy malos y se la llevaron, la encerraron en un cobertizo, y no le daban de comer, le tenían la luz apagada y no le dejaban salir.

Ella lloraba y lloraba y le pedía al hombre que la tenía encerrada que la dejara salir, pero el hombre no le hacía caso y lo único que hacía era reírse de ella.

Luisa se acordaba mucho de cuando su papá le dijo que no se fuese sola. El hombre, que era muy malvado le puso unas cadenas en los pies y en las manos y sólo la dejaba subir al cobertizo para barrer y fregar la casa. Sólo le daba de comer a la niña pan duro y huevos.

Luisa sabía muchos cuentos y empezó a contárselos al hombre, así que empezó a ganarse su confianza. Todas las noches le abría la puerta del cobertizo para que le contara un cuento, noche tras noche, mientras Luisa seguía pensando en por qué no le haría caso a su padre.

Iban pasando los días y su padre no dejaba de pensar en cómo estaría su hija, dejó su trabajo para buscarla y ni siquiera dormía por las noches pensando en ella.

Luisa se ganó la confianza del hombre malvado. Una noche cuando le contó un cuento, el hombre se quedó dormido y Luisa consiguió escaparse del cobertizo. Cuando el hombre despertó y vio que Luisa no estaba, se puso como loco. Luisa corría y corría por los campos, llegó hasta la carretera y encontró a un buen hombre que la vio asustada y llorando; le preguntó qué le pasaba, ello se lo contó todo y el hombre la llevó con su padre que daba saltos de alegría.

Luisa se lo contó todo a su padre y a la policía, que rápidamente fueron en busca del malvado hombre y lo metieron en la cárcel para que no volviera a secuestrar a ningún niño nunca jamás.

Luisa jamás olvidó lo sucedido, por eso siempre hacía caso a su padre.

Un día quiso ir de nuevo al parque y su padre tampoco pudo llevarla porque tenía que trabajar y le hizo caso, se quedó viendo la televisión y comiendo palomitas de mantequilla mientras él venía.
Alba Rey Jiménez
El secuestro de la princesa


Había una vez una princesa llamada Ashley. Vivía en un bello palacio a las afueras de la ciudad. Vivía con sus dos padres. Zac era un criado del palacio del que Ashley estaba enamorada hace mucho tiempo.

Un día, al atardecer, la madre de Ashley, le tuvo que comunicar que el pueblo estaba en peligro y que su único remedio era casarse con el rey Eric, un rey poderoso y rico. Ashley se puso triste pero como era el bien para el pueblo,… aceptó. Había un gran problema y es que el rey Eric era malvado.

Zac, para despedirse, llevó a Ashley al centro de la ciudad. Estando en la ciudad Zac fue a por unas cosas necesarias. Ashley para dar un paseo fue a una plaza. Muy despistada se chocó con una campesina y al levantarse…¡Eran idénticas! Lo único que no tenían igual era el pelo, Ashley era rubia y la campesina era morena. Se hicieron muy amigas, se dijeron como se llamaban y la campesina dijo que Kelsi. Al día siguiente Eric se enteró que Ashley y decidió secuestrarla. Todos estaban preparando la boda. Por la noche Ashley sintió un ruido y cuando bajó al sótano, Eric la secuestró.

Al día siguiente todos estaban muy preocupados. A Zac se le ocurrió una idea. La idea era que Kelsi se hiciera pasar por Ashley. Kelsi aceptó. Tras semanas se acercaba la boda así que Eric fue a visitar a Kelsi (Ashley).

Al irse Eric lo siguió y lo condujo a una casa deshabitada. Zac escuchó a Ashley y decidió entrar para salvarla.

Eric escuchó un ruido y para que no lo viera nadie fue por la puerta trasera. Vio a Zac y también lo secuestró. Kelsi no tuvo más remedio que decirle a la reina que no era Ashley y que Ashley y Zac seguían secuestrados. La reina la perdonó y siguieron buscando. Eric se enteró de que Kelsi tenía un gato que era medio perro y que seguía la búsqueda.

Eric decidió llevarlos a una mina y que allí no los encontrarían. Boby, que era el perro de Kelsi también tenía olfato de perro, así que a DESI se le ocurrió una idea: darle una prenda de Ashley o Zac. Mientras seguía la búsqueda Ashley y Zac encontraron oro en la mina.

Al final ¡encontraron a Ashley y a Zac, gracias al plan de Kelsi! ¡Y gracias a la mina el pueblo volvió a la riqueza!

Rocío Montero Muriel
El niño atrapasombras


El 1 de enero del año 2000 en una noche de oscura, un viejo y malvado brujo hizo una poción para que su cuerpo se transformara en 3 sombras. El brujo decidió preparar los ingredientes y esperar hasta el día siguiente para realizarlo.

Llegó el día de su muerte e hizo que su cuerpo se dividiera en 3 sombras. Pero las sombras eran como si hubieran nacido del brujo, eran bebés. Las sombras cada año, eran 3 años para ellas.

El 1 de enero de 2008, tenían ya 24 años y estaban listas para salir a la ciudad. Al principio, como eran tan astutas, salían por la noche y se ocultaban por el día. Las sombras observaban lo que hacían las personas. Un día Alberto, que era un ciudadano de la ciudad, vio algo extraño pero no pudo ver a nadie. Más adelante las sombras se dedicaban a robar a toda la gente que andaba tranquilamente: los collares, el bolso con todo el dinero, los pendientes y todo tipo de cosas que tuviera valor.

Un día les vieron unos policías y empezaron a dispararle pero todas las balas les atravesaban el cuerpo. Alberto estaba paseando por la calle con dinero para comprarse una piruleta, pero una de las sombras le vino por detrás y le quitó el dinero. Pero cuando la sombra huyó se quedó medio pegada al suelo al pisar un chicle. Alberto reflexionó después de haberle quitado el dinero y pensó que si se quedaba pegado a las cosas peguntosas le podría atrapar con algo que fuese peguntoso.

Alberto le contó a su madre lo que había pasado, y juntos inventaron en pocos días una pistola que lanzara una especie de bolas que fueran muy peguntosas, para así tirarla hacia el suelo y así poder frenarlo o tirarle al cuerpo hasta que le cubra todo y de tanto que le pese hacer que vaya muy lento.

Para atraparlo mejor, inventaron un palo con la punta cubierta con una especie de algodón súper peguntoso y que si te toca te quedas pegado a él. Después de muchos días fueron probando los inventos, mirándolos y entrenándose para saber manejarlos muy bien.

Alberto se escondió hasta esperar a que le robaran a alguien y atraparlo. Una de las sombras empezó a dispararle con su pistola y a robarle a una anciana, Alberto empezó a dispararle con su pistola de bolas peguntosas. No pudo hacer nada porque sólo le cabían 5 balas y no lo pudo detener porque si se las lanzaba al cuerpo no era suficiente y si se las lanzabas al suelo las esquivaban, se despegaban muy pronto o fallabas en el tiro. Así que vio que él solo no podía frenarlas y lo que hizo fue decirle a su padre que era Guardia Civil, que les dijera a sus compañeros que fueran a su casa. Al día siguiente Alberto y su madre empezaron a fabricar pistolas que lanzan bolas peguntosas y les dio una a cada uno de sus compañeros. Alberto les preparó a las sombras una trampa y era así:

-Mañana vamos a decirle a tres mujeres que anduviesen por la avenida Perla. Os he dado estas pistolas para que disparéis a su cuerpo, estas escopetas franco tiradoras para que otros disparéis precisamente adónde vayan a pisar las sombras cuando huyan y estos palos con este algodón muy peguntoso.
Cuando dé el pitido con este silbato empezaréis a disparar y a salir de los coches con los palos, los de las pistolas esteréis en los balcones, los francos en las terrazas y los coches preparados en las callejas de la avenida. También necesitaremos unos focos.

Al día siguiente les dijimos a 3 mujeres que anduviesen juntas por la avenida Perla. Las 3 sombras aparecieron, esperaron a que les robasen y justo ahí encendieron los focos. Alberto dio un pitido con el silbato, los coches salieron y les persiguieron, los de las pistolas les dispararon y los francos les dispararon al suelo para retenerlos.

Un día después, el alcalde Manuel, le entregó una medalla por atrapar a las sombras, inventaron unas esposas peguntosas y los metieron en una celda con barrotes peguntosos y le pusieron un mote: “el niño atrapasombras”.
José Alberto Espinar Luque
La aventura de Lucía


Lucía era una niña de apenas 12 años, su piel era blanca, de ojos pequeños de color castaño oscuro, su pelo era rubio oscuro y ondulado, su nariz fina y sus mejillas algo roseadas, su boca pequeña, los labios finos con un color roseado más subido que el de las mejillas. Su cuerpo era delgado como toda ella, su ropa era poco agraciada, una falda larga casi deshilachada de color verde oscuro con algunos remiendos en el bajo, una blusa de color amarillo muy desgastada y arrugada y una especie de corpiño de color marrón oscuro, casi viejo, que le faltaba un trozo de cordón para poder terminar de abrochar por la parte de abajo cerca de la cintura de la falda. En sus pies tenía unas sandalias muy desgastadas que le costaba trabajo andar, todo se le introducía entre la suela y su planta del pie.

Lucía era huérfana, según lo que le contaron las personas que la estaban alimentando, alguien la dejó recién nacida en la puerta de la cantina, no sabía nada de sus padres.

Vivía en una aldea costera, en el centro de la costa había un muelle y cerca del muelle estaba la cantina, donde los marineros y contrabandistas, piratas y además ladrones, entraban para tomar algunas jarras de ron antes de salir.

La cantina era grande y con las vigas de madera ya viejas con unas cuantas mesas. La barra estaba frente al centro. Hacia la izquierda había una puerta que daba hacia atrás, que era la cocina, a la derecha estaban las escaleras que conducían hacia arriba y que daban a las habitaciones. Más arriba había un desván pequeño donde dormía y comía Lucía. Desde su pequeña ventana podía ver todos los días salir y atracar toda clase de barcos, de mercancías, y marineros extraños. Soñaba con ser uno de ellos para poder navegar por los infinitos mares y descubrir cuevas misteriosas, tesoros escondidos,… pero cada mañana, al despertar, era sólo eso, sueños. Enseguida la dueña de la cantina la llamaba a gritos:

- ¡Lucía, Lucía, baja, estúpida!

Lucía contestó:

- ¡Ya voy señora Berta!

Lucía bajaba las escaleras tan rápido como podía para no hacer enfadar a la señora Berta.

- ¡Vamos niña estúpida, hay que ordenar la cocina y preparar la comida!

Lucía se apresuró, no quería que se enfadara más la señora Berta, porque más de una vez la habían dejado sin comer todo el día.

Mientras Lucía estaba ordenando una estantería, encontró en una de las grietas de madera una especie de hilo de pescar. Lucía lo dejó pasar, porque la señora Berta estaba cerca y no quería irritarla. Estaba a punto de anochecer, cuando empezaron a entrar unos marineros extraños que hablaban con el señor Tom (era el tabernero, esposo de la señora Berta), se pusieron muy enfadados y miraban mucho a la cocina. Lucía no sabía si salir de allí, no quería que la pillaran detrás de la puerta, mirando por las rejillas de las bisagras.

De pronto la llamó la señora Berta y salió como pudo, pues los marineros se dirigían hacia la cocina, con el señor Tom.

Al rato, cuando todo estaba algo más calmado, se dirigió a la cocina, pero no había nada de extraño, todo estaba igual de ordenado, como ella lo había puesto esta mañana.

Pero Lucía quería saber si habían estado en la estantería de las especias, y se dirigió hacia ella, empezó a mirar y observó que habían movido algunas, pues ella lo ordenaba por colores y estaban trocados. Observó que en uno de los huecos de la madera no encajaban. Cogió un cuchillo y la madera se despegó de su sitio. Dentro del hueco había un trozo de tela, la cogió y vio muchas líneas cruzadas.

De pronto oyó un ruido de un barco que se estaba preparando para salir, Lucía corrió tan rápido como pudo para que nadie la viera. Se metió en el barco, se escondió entre unas cajas. Poco le duró su escondite, uno de la tripulación la vio y fue conducida hacia el capitán Flip. Lucía le entregó la tela al capitán y con su tripulación fueron a buscar el tesoro. Miró a Lucía, la cogió y le dijo:

-¡Pronto vamos a ser ricos, muy ricos!

-¡Todo te lo debemos a ti!

Lucía se hizo muy amiga del capitán y de la tripulación y zarparon en busca de muchas aventuras y cantando esta canción:



Por nuestra bandera queremos brindar, pues somos piratas y lobos de mar.


Natalia Jiménez García
Las cinco estaciones


En el país de las estaciones todo estaba coordinado, primero iba el otoño, lluvias, caída de hojas y brisas frescas. Después el invierno, frío, nieve y nieblas. A continuación, la primavera, los capullos florecen, también hay lluvias y un sol, que aparece de vez en cuando. Por último está el verano, los árboles dan sus frutos, el sol preside perpetuo en el cielo y la calor se adueña de nosotros. Las estaciones tienen este orden y todas están relacionadas, ¿pero qué pasaría si apareciese otra nueva estación? Como aquel día....



Hoy 22 de septiembre a Otoño o Oto como le llaman sus amigos, le toca prepararse para llevar a todos los lugares el otoño. Se dispuso a hacer la maleta cuando llamaron a su puerta, Oto abrió y se encontró con Prima o como todos la conocemos Primavera, parecía muy alterada cuando le dijo a Oto:

- Oto, ¡No te lo vas a creer! Hay alguien reemplazándote.

- ¿Cómo? ¿Quién? No será Invierno, ¿no? Porque no se cuántas veces le voy a decir que él empieza en diciembre...

- No, que va, Verno no es.

- ¿No me digas que es la dulce y cálida Verano?

- Uff, tampoco es Vera.

-Entonces, ¿quién me está reemplazando?

Prima, tiró de Oto para que viera y ambos contemplaron algo que nunca habían visto, hacía mucho calor, nevaba, había una brisa refrescante, y los árboles y las plantas florecían. Era algo inexplicable, era como la fusión de las cuatro estaciones. Mientras Oto y Prima se quedaban boquiabiertos, llegaban Verno y Vera que preguntaron:

- Oto, ¿no deberías estar tú allí en vez de eso, que es inexplicable?

- Yo debería estar allí, tienes razón Verno, Yo debería estar allí, y no ese palurdo que me quiere quitar mi trabajo.
Oto fue como una bala hasta el que provocaba ese caos. Cuando llegó, Oto le preguntó a ese ser:

-Oye, tú, el que me está quitando mi trabajo. -Dijo Oto enfurecido- ¿Qué pasa que no había otro lugar a dónde ir?

- ¿Quién eres tú?- Dijo la voz del que producía este caos.

-¿Y tú, quién eres? Yo soy Otoño, pero mis amigos me llaman Oto, chica me parece que te has equivocado de lugar.

-¿Cómo? Yo nunca me equivoco, me han mandado unos tal... ¿Cómo se llamaban? ¡Ah ! Ya me acuerdo, los que me enviaron se llamaban Meses o algo así.

- ¿Meses? ¡No me digas que son los meses del año!

- Exacto. -respondió el enviado.

- Y, ¿qué quieren?

Fiana, la enviada, le entregó a Oto una carta que decía:



Queridas estaciones:
Por causa de que Febrero va a tener un hijo (un día más) estamos de celebración, por eso durante una temporada vamos a estar indispuestos hasta que nazca el hijo de Febrero, así os mando a que cojáis unos cuántos de meses de vacaciones, por eso envío a este suplente a que os reemplace, como es un novato espero que antes de vuestras vacaciones le enseñéis a manejar las estaciones del año, y sobre todo Oto, que sabemos que ahora le toca a él.

Que os cuidéis, os esperamos.

Un abrazo: Los Meses


Oto acabó de leer la carta, y siguió sus instrucciones, enseñó a Fiana a manejar las estaciones, pero Fiana era muy torpe y nunca se acordaba de lo que había que hacer. A Oto se le acabó la paciencia y se enfadó tanto con Fiana que esta se echó a llorar.
Verno y Prima le intentaron animar pero no dio resultado, así que Vera se acercó a ella y le dijo:

-No llores, que no se te de bien una cosa, no es motivo para llorar.

-Es que no es solo eso Vera, es que, por una vez que me asignan un cargo importante no sé cómo hacerlo.

-Si no se te da bien hacer nuestras tareas,-le sonrió Vera- pues haz tu tarea.

- ¿Mi tarea?- preguntó Fiana.

- Claro, haz tu propia estación.

- ¿Mi propia estación? ¿Pero me dejarán?

-Claro que si.

Vera le escribió a Los Meses que estos respondieron afirmativamente. Así que Fiana creó su propia estación.
Oto y los demás hicieron sus maletas y se fueron a ver como estaba Febrero.
A los 3 meses aproximadamente el hijo de Febrero nació y lo llamó 29.

Oto y los demás regresaron al país de las estaciones, tuvieron tan asombro de lo que divisaron que fueron a preguntar a Fiana :

-¡Eh! ¡Fiana! ¿Qué clase de estación es esta?

-¡Hola! Yo la he bautizado como “Fiana”. Aquí el clima es templado, las aves se quedan perpetuas en un lugar mientras que dan 25 huevos cada 6 horas, las abejas abundan así que hay más flores por causa de la polinización y durante esta estación nacerán 16 crías de animales en extinción en todo el mundo.

-Oh, ¡Fiana, esto es increíble! Esta estación es como una estación de nacimientos.

-Je, je, je. ¿Tú crees?

-¡Claro! Ahora eres una verdadera estación.

Fiana creó una especie de nueva estación, así que el grupo cambió el nombre y se llamaron: Las 5 estaciones, compuesto por: otoño (Oto), invierno (Verno), primavera(Prima) , verano (Vera) y fiana (Fia).
Pero como el año solo tiene 365 días han decidido que Fiana sea el día 29 que es el recién nacido de Febrero, que renace cada 4 años.
Celia Paredes Pacheco
El balón mágico


Un día, un balón parecía mágico.
Tiró un tiro a puerta y se frenó de repente el balón. Empezó a moverse para los lados y el portero se fue para un lado, después para el otro y la pelota daba vueltas sin parar.

Y de repente, se fue al otro lado y tocó en un jugador y se metió dentro de la portería. Y sacaron del medio del campo y se fue a la otra portería y coló otro gol.

Cuando terminó el partido, le dijo al árbitro:
- ¿Quieres ser millonario?

- Sí. Dijo.

- Tus deseos serán cumplidos.

Y de repente, al árbitro le tocó la lotería y fue millonario como él dijo.

Después vio otra vez al balón 3 horas más tarde y le dijo:
- Gracias.

- De nada. Oye ,en el partido no quería que me dieran muchas patadas y corría sin parar.

- Da igual.

-¿Aaah, sí?

- Sí

Y se fue muy contento hacia la ciudad de Sevilla, hizo otra pregunta:

- ¿Quieres colar?

- Sí.

Y de repente empezó poco a poco a subir y a subir para arriba. Y ese hombre dijo:

-Haré muy contenta a toda la gente. ¡Ah!, gracias.

Y le dijo una persona:
- Oye, ¿puedes hacer magia?

- Sí.

- Por favor, recupera a toda la gente que está muerta.

Y al balón le hizo llorar que era el único que no quería ni dinero ni valor, entonces dijo:

- Sí.

- Gracias, muchas gracias.

- De nada.

Y la pelota se quedó para siempre con ese señor y le daba comida.

- ¿Cómo te llamas?

- Daniel.

- ¿Te puedo llamar papá?

- Bueno.

Y la pelota fue feliz para siempre.

Daniel Medina Córdoba
Las maravillosas vacaciones


Un día de verano, cuando empezaron las vacaciones del cole, nosotros queríamos estar con nuestros padres. Al día siguiente mi madre me comentó que nos teníamos que ir a Antequera porque ella tenía que trabajar. Mi hermana y yo nos pusimos muy tristes porque queríamos estar con nuestros padres. Cuando era de noche nuestros padres se tenían que ir y mi hermana se puso a llorar. Mis padres le dijeron que no se preocupara que para la feria de agosto estarían allí.

Al día siguiente me levanté a las ocho en punto, después de desayunar yo me puse a hacer los deberes. Mi tita me preguntó:
- ¿Queréis dar un paseo conmigo?

Nuestra respuesta fue que no queríamos. Mi tita, mientras se daba un paseo vio un cartel donde ponía que había un circo para la tarde. Después de comer nos fuimos al circo para subirnos los ánimos.

Al día siguiente estábamos más animados y fuimos a la playa y nos pusimos a desayunar y como la marea estaba baja nos esperamos a la tarde.

Luego nos bañamos y de repente vino una ola de 4 metros, entonces salimos y empapó todo lo que pilló. Después de merendar nos pusimos a tomar el sol.

A la hora de irnos salimos achicharrados.

Cuando pasó un mes fuimos a la piscina y después unos hombres hicieron volteretas y nos lo pasamos muy bien. El día antes de que vinieran mis padres fuimos a Isla Mágica. Vimos un cine virtual de susto y nos montamos en muchas cosas y nos lo pasamos muy bien.

Al día siguiente vinieron mis padres y nos fuimos muy alegres.

José Francisco Lara Ruiz
El ogro bondadoso


No hace mucho tiempo, en la cueva situada en una isla, vivía un ogro feo y monstruoso; pero nadie sabía que en el interior de esa fiera, había un ser amable y bondadoso. Hace un año su madre falleció, entonces el ogro como no tenía amigos y era solitario, se enfadó con el Mundo y dejó que la maldad se apoderara de él.

Entonces empezó a sembrar el caos a todos los habitantes de esa isla, por eso nadie supo lo que había en su corazón. Un día cuando estaba destrozando un bosque donde habitaban muchas especies de animales que huían aterrorizados de su escondite para que el ogro no les hiciera daño. Allí el ogro se encontró a una niña, con falda azul y rizos amarillos. La niña sonrió y dijo:
- Buenos días.

El ogro la miró y se dispuso a sacar el puño del agujero que había echo en la tierra y lo alzó por encima de la cabeza de la niña para aplastarla. La niña, al ver que el ogro la iba a aplastar, empezó a llorar y llorar, tanto que el ogro se compadeció de ella. Así que la cogió con la mano y la puso en su hombro y se la llevó al pueblo cercano, dónde se suponía que vivía. Cuando llegó al pueblo, la niña lo despidió cariñosamente, pero el ogro no le hizo caso y se fue arrollando todo lo que encontraba a su paso hasta llegar a la cueva. Ya en su casa la niña pensó: “EI ogro es feo y monstruoso, pero en su corazón hay bondad, lo que necesita es cariño y amistad. "

La niña dijo a su madre:
- Mamá creo que aquel ogro de la cueva es bueno y necesita cariño.

- No creo - contestó la madre - seguramente lo hace por diversión al igual que hacen algunos cazadores con los animales.

- Mamá pero si nadie le ha dado una oportunidad.

- ¿Cómo se las íbamos a dar, si nos aplastaría o mataría?
- exclamó la madre.
- Pues yo iré.

- No irás. Te quedarás en tu cuarto y te cerraré la puerta para que no te escapes.

La madre la dejó encerrada, pero no se había dado cuenta de que la ventana de su cuarto estaba abierta. Y por ahí la niña escapó.
Fue por el bosque que había destruido el ogro y siguió las huellas grandes hasta llegar a su guarida. Cuando entró estaba llena de arañas que vagaban por sus telarañas, objetos sucios y estropeados y en el interior estaba el ogro sentado en una vieja silla.

- ¡Hola! Ogro - dijo la niña.

El ogro se levantó de su asiento y se acercó a la niña, con la cara de enfado.
- Soy yo, la niña del bosque - volvió a decir la niña esperando a que el ogro se acordara de ella.

- Yo no querer estar contigo - dijo el ogro- yo estar solo

- No, me tienes a mí - contestó -yo-te ayudaré a decir bien las palabras, a enseñarte como las personas hacen -felices a los demás.
- Y por cierto ¿Dónde está tu madre? - observó la niña.

- Mamá murió, culpa del mundo- respondió el ogro.

- Pero eso no es culpa de nadie, es la vida, las personas y todos los seres vivos morimos porque nuestro organismo deja de funcionar.

- ¿Qué tener que hacer?- preguntó el ogro.

- Para empezar tendrás que pedir disculpas a las personas del pueblo - respondió la niña.

Así el ogro y la niña fueron al pueblo. En su camino la niña enseñó al ogro todo lo que había destruido: árboles, flores, casas de animales... El ogro al verlo pensó lo que tendría que hacer. Y al fin consiguió la respuesta.
Cogió los árboles y los volvió a plantar con suficiente tierra que cada cual necesitaba. Las flores también las puso en el sitio donde las arrancó. Hizo nidos en los árboles para las aves.

- Muy bien... dijo la niña - excelente.

- Gacias - respondió el ogro.

- Se dice “gracias” - le contestó la niña.

- Gracias, gracias, gracias - repitió el ogro.

Cuando llegaron al pueblo la gente se escondió en sus casas, y la madre de la niña dijo:

- Ven, ven Elisa.

- No voy a ir mamá, este es mi amigo y no quiero que esté solo y sin nadie que le ayude - contestó la niña.

- Pero hija, es peligroso - respondió la madre.

- No, no es peligroso, es bueno y quiere pedirles perdón a todos los habitantes del pueblo - el ogro se sonrojó- quiere arreglar los desastres que él causó. También quiere hablar, saber, escribir... por eso era malo, ya que no tenía nadie que lo ayudara, enseñara o respetara. Él es bueno, solo que no tuvo cariño ni amor.

Los habitantes de ese pueblo fueron saliendo de sus casas uno a uno compadeciéndose del ogro.

- Bueno ¿todos quieren?

- “¡Síííí” - dijeron los habitantes del pueblo al unísono- ¡queremos ayudarte!

- Pero, ¿y los desastres que ha causado? - preguntó la madre de la niña.

- Los arreglará - dijo una señora.
- Bueno, vale, pero con una condición, que nos jure que nunca más lo hará.
- Vale mamá. -contestó la niña- vamos ogro dilo

- "Huro", que nunca "amás" "lo hacer" - se disculpó el ogro.

-¿Con eso basta?- preguntó la niña.

-“¡Sííííi!” - volvieron ha decir los habitantes del pueblo, hasta la propia madre de la niña.

El ogro cogió un trozo de madera caído en el suelo y lo puso en una casa que lo necesitaba, cogió el tejado de un establo y se lo puso y así con todos los destrozos que había provocado.

- Bueno él -ha hecho una parte de su trabajo, ahora nosotros para ayudarle a él tendremos que empezar arreglando su cueva que no se ha limpiado desde hace años, así que la limpiaremos - dijo la niña - ¡en marcha!

Cuando iban en camino los habitantes del pueblo vieron el bosque y se sorprendieron al ver el bosque en perfecto estado. Al llegar a la cueva del ogro vieron el "desorden total" que había.

- Bueno, vamos a dividirnos en tres grupos- aclaró la niña- uno tiene que quitar las telarañas, otro limpiar l0s objetos y otro barrer y fregar. A mi izquierda el de barrer y fregar; a mi derecha el de quitar las telarañas y en el medio el de limpiar los objetos.

- ¡A la carga!

Todos los habitantes del pueblo barrieron, fregaron limpiaron... Tardaron horas y horas pero por fin terminaron.

- Mira - dijo la niña indicándole al ogro- así lo debes tener, ordenado y limpio.

La maestra del pueblo adelantó un paso y dijo:
-Si usted quiere venir al colegio puede hacerlo, tendremos las puertas abiertas.

- De "'cuerdo"- asintió el ogro -"'yo agradecido".

- ¡De nada! - respondieron los habitantes del pueblo.

Al fin todos cumplieron su palabra, y el alcalde del pueblo galardonó al ogro con una estatua que ponía:
"Minuso''''el gran ogro ayudante".

ESPERO LECTORES AMIGOS QUE HAYÁIS LLEGADO A LA MISMA CONCLUSIÓN QUE YO. NO DEBEMOS JUZGAR A LAS PERSONAS POR SUS APARIENCIAS, PORQUE A VECES NOS EQUIVOCAMOS Y LOS CONDENAMOS ANTES DE QUE HAYAN PRODUCIDO HECHOS PERVERSOS O MUY MALOS. SI DEJAMOS QUE EL AMOR, EL CARIÑO Y LA AMISTAD REINE ENTRE NOSOTROS, LO MISMO EVITAREMOS MANIFESTACIONES DE MALDAD, DEJANDO PASO A LA BONDAD.

Julián Astorga Gómez

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